Monseñor Edgar Peña, sustituto de la Secretaría de Estado y legado pontificio para el congreso internacional, ha inaugurado esta tarde las sesiones que se celebrarán hasta el próximo sábado en la Catedral de Sevilla, dando traslado del “saludo afectuoso del Santo Padre, asegurándoles también su acompañamiento espiritual en estos días de reflexión”. Además, ha aprovechado para dar, en nombre del papa Francisco, “la más cordial bienvenida a todos los que participan en este segundo Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular, bajo el lema inspirador ‘Caminar en esperanza”.
Mensaje del Papa
Previamente, el nuncio apostólico en España, monseñor Bernardito Auza, dio lectura al mensaje enviado por el papa Francisco a los participantes en este encuentro cofrade internacional. El pontífice recordó la figura de san Manuel González con varios pasajes: “qué gozo ver caminar el cortejo acompasado por el ritmo de una oración silenciosa”. “Nuestra imaginaria estación de penitencia -añadió- sigue su camino hasta la Santa Iglesia Catedral, hasta el Sagrario donde el Señor nos espera (…) Este pan vivo es el único que puede saciar el hambre de nuestra sociedad”, añadió. El Papa puntualizó en su mensaje que el texto que había propuesto a la meditación “en realidad habla de la obra social de la iglesia, del compromiso radical por la transformación del mundo”, y de acercar “la ternura de Dios” a los hombres que sufren.
Al inicio de su alocución, monseñor Edgar Peña afirmó que “como miembros de una comunidad de fe, nos adentramos en un tiempo de encuentro, reflexión, oración y comunión, en busca de una comprensión más profunda del significado y la importancia de las hermandades y cofradías en la Iglesia de hoy, mientras vamos avanzando por los senderos de la vida espiritual, confiando en el Señor Jesús y bajo la mirada de la Madre de Dios”.
Monseñor Edgar Peña elogió la “riqueza de siglos de historia, fe y tradición” que atesora Sevilla, y el “crisol de culturas y fusión de estilos” que se aprecia en “su majestuosa Catedral”.
Aludió al lema del congreso –Caminar en esperanza– para subrayar que “la esperanza no defrauda” y formular sus “sinceros votos a fin de que el testimonio de las grandes figuras de la historia de la salvación sean para ustedes ejemplo y estímulo, de tal manera que estos días de Congreso lleguen a ser un tiempo de verdadera renovación espiritual, así como de fortalecimiento comunitario; y apoyados en el Dios de la esperanza, encuentren juntos los recursos necesarios para seguir adelante con certeza y determinación en el común camino de fe”.
Afirmó que “el fundamento de la vida de todo cristiano y, por tanto, de cada hermandad y cofradía es el Señor”, una idea que reforzó señalando que “es el Señor quien da orientación y sentido a la pertenencia a las cofradías y hermandades, que deben cimentarse siempre en Jesucristo, piedra angular, para que no pierdan su identidad y cometido”.
La llamada a la santidad fue otro aspecto abordado por el legado pontificio en su discurso. Definió la santidad como “un don de Dios que nos introduce en la intimidad de la vida trinitaria y nos permite unirnos a Cristo, para vivir, con la gracia del Espíritu Santo, como hijos de Dios, dispuestos a cumplir a fondo su voluntad. Este camino -añadió- no se recorre apoyados en el propio esfuerzo, sino en la gracia de Dios”. Así, “es esta vocación bautismal a la santidad de cada uno de sus miembros, la que permite a las hermandades y cofradías, ayudadas por la piedad popular hecha vida concreta, llevar adelante la misión de ser testigos creíbles de la santidad de Dios en medio de la sociedad”. Monseñor Edgar Peña subrayó el hecho de que “muchos de sus hermanos y hermanas, con valentía y fe”, se han distinguido a lo largo de los siglos como “sinceros y generosos obreros del Evangelio, llegando, en no pocos casos, hasta el sacrificio de la propia vida”. “Los invito a que sigan sus pasos”, apuntó.
Seguidamente, incidió en la necesidad actual –“hoy es más necesario que nunca “- de cultivar “un verdadero impulso ascético y misionero para afrontar los numerosos desafíos de la época moderna y contrarrestar los límites de la cultura contemporánea”.
Como contrapeso, señaló algunas actitudes “que permiten reflejar la imagen de Cristo en el seno de las hermandades y cofradías”. la primera de ellas es la fraternidad, a la que presentó como “el antídoto al aislamiento contemporáneo”. Al respecto valoró positivamente cómo las hermandades han desempeñado un papel fundamental en la cohesión social, en el apoyo mutuo y en la promoción de valores morales cristianos. “Con la vida en hermandad se supera el aislamiento y la soledad, porque la santificación es un camino comunitario”, añadió. En este contexto, afirmó que “es importante recordar cómo la pertenencia a una cofradía o a una hermandad no es algo aleatorio, sino un hecho que está íntimamente ligado a la pertenencia familiar”. Subrayó que los padres son “los primeros anunciadores de la fe para sus hijos”, y recordó que “en países donde la fe ha sido perseguida durante mucho tiempo, esta ha sido preservada y transmitida gracias a los padres”. Para monseñor Peña Parra, las cofradías “no son simples sociedades de ayuda mutua o asociaciones filantrópicas, tampoco conglomerados sin enganche sobrenatural ni grupos que buscan favorecer y proteger intereses personales y corporativos. Son un conjunto de hermanos que, queriendo vivir el Evangelio con la certeza de ser parte viva de la Iglesia, se proponen poner en práctica el mandamiento del amor que impulsa a abrir el corazón a los demás, especialmente a los que están atravesando dificultades y carencias”.
“Testimonio de esperanza”
Entre los desafíos más significativos en la actualidad, el ponente señaló “el individualismo, la creciente secularización y los cambios culturales que afectan a nuestras sociedades”. En este sentido, afirmó que las hermandades y cofradías “afrontan hoy el reto de mantener relevancia y atractivo para las generaciones más jóvenes, al igual que para aquellos que se alejaron de la vida de la comunidad eclesial”. “En este sentido, las hermandades y las cofradías, en la vivencia fraterna de la piedad popular, pueden constituir un testimonio de esperanza, especialmente cuando, a través de sus prácticas de piedad, del ejercicio concreto de la caridad y de la capacidad para construir puentes de entendimiento y reconciliación, cumplen con su misión de ser signos auténticos de la presencia del Señor en medio de su pueblo santo; contribuyendo, además, en un tiempo fracturado, a la instauración de una cultura del perdón y de la fraternidad, en la que nadie resulta excluido”.
Por otra parte, señaló la amistad con Cristo como “fuente de verdadera alegría”, y que es “a través de la adoración a Dios en la liturgia, de la participación en los sacramentos, especialmente en la Santa Misa de los domingos, de la dedicación a la oración y del compromiso de vivir de acuerdo con los principios de la fe como las hermandades y cofradías siguen encontrando alegría, inspiración y fortaleza para enfrentar los desafíos de la vida y ayudar al crecimiento de la relación de los hermanos con Dios”. Por eso, subrayó la importancia de que la Eucaristía “tenga un lugar preeminente en la vida de sus asociaciones”.
La piedad popular fue otro eje de la vida del cofrade subrayado por monseñor Edgar Peña, porque “es una realidad viva en la Iglesia y de la Iglesia”. En este punto recordó que el papa Francisco tiene “gran estima por la piedad popular y sus manifestaciones”, y que “ha llamado la atención a los que la ignoran, la descuidan o la desprecian, para que tengan una actitud más positiva ante ella y consideren sus valores; no ha dudado, en presentarla como un verdadero tesoro del pueblo de Dios”.
En la parte final de su alocución reiteró la importancia del papel de los padres en la transmisión a sus hijos de la fe, “viviendo su relación con Dios en todas las circunstancias de la existencia, no sólo extraordinarias, sino también en las de cada día”. Además, hizo hincapié en la relación cofradías-sociedad, al afirmar que las prácticas y celebraciones de la piedad popular son “una manera de expresar la fe en una amplia gama de expresiones”, y que éstas han ejercido y ejercen “una gran influencia en la identidad de los pueblos y en la expresión externa de la fe profesada, y se han convertido en la manera con la que, desde tiempo inmemorial, el pueblo de Dios ha manifestado su amor y devoción al Señor, ha enriquecido su vida espiritual y fortalecido su identidad cristiana en medio de cada cultura, convirtiéndose en un ámbito privilegiado para el encuentro personal con el Señor”.
“Pilares fundamentales de la identidad del pueblo sevillano”
Llevado a la realidad local de Sevilla, señaló que “desde hace siglos, las hermandades y cofradías han sido también pilares fundamentales de la identidad del pueblo sevillano”. Además, apunto que las hermandades y la piedad popular pueden ofrecer hoy un consuelo espiritual y un sentido de pertenencia “para que aquellos que buscan significado y trascendencia en sus vidas puedan encontrarse con Jesucristo, fuente de la verdadera alegría, porque cuando estas manifestaciones se traducen en expresión social, se convierten en un testimonio gozoso de la propia fe a los ojos de los no creyentes y en un estímulo para los débiles”.
Finalmente, valoró que las hermandades “siguen atrayendo a muchos a la fe, por la vía de la belleza y del amor eclesiales, al mismo tiempo que van entretejiendo una red de devoción, fraternidad y compromiso social que involucra cada aspecto de la vida de la comunidad”. De esta manera, estas corporaciones se han convertido en “faros constantes de la confesión de fe en tiempos de oscuridad y ejemplos vivos de compasión cristiana”. Así, “como organizaciones de la Iglesia, las cofradías han fortalecido los lazos comunitarios, pero también continúan todavía hoy desempeñando un papel importante en la vida cultural y política”. Puso el ejemplo de las hermandades en América Latina, que han ejercido “un papel crucial en la evangelización y en la preservación de la identidad cultural de las comunidades locales”.
Las hermandades ante los cambios sociales
Dirigiéndose a los congresistas, el legado pontificio señaló la adaptación de las hermandades a los contextos social y cultural: “han experimentado cambios significativos, debido a la influencia cultural y a la globalización. Si bien algunas tradiciones se han mantenido intactas, otras han ido incorporando nuevas formas de expresión y participación. Pues la piedad popular «se trata de una realidad en permanente desarrollo, donde el Espíritu Santo es el agente principal»”. “Su capacidad para expresar la fe a lo largo del tiempo es un testimonio de su relevancia perdurable en la vida de la Iglesia y en la experiencia religiosa de los cristianos. Estas instituciones han resistido la prueba del tiempo, manteniendo viva la llama de la fe y del amor en un mundo en constante cambio”, concluyó.
Finalizó su intervención tendiendo las manos a los cofrades: “en medio de estos cambios y desafíos contemporáneos, la Iglesia los necesita especialmente a ustedes, queridos amigos y amigas, para llevar el anuncio del Evangelio de la caridad a todos, recorriendo caminos antiguos y nuevos”. “Es crucial, para ello, recordar y reafirmar los valores fundamentales que han definido la piedad popular a lo largo de los siglos; valores que no son meros principios abstractos sino los cimientos sobre los cuales se construye la propia misión como comunidad cristiana de fe, llamada permanentemente a la santidad”.
Monseñor Saiz: “Las hermandades están llamadas a salir al encuentro de los hombres y mujeres de hoy”
Tras el legado pontificio intervino el arzobispo de Sevilla, que recordó al cardenal Amigo vallejo, organizador hace veinticinco años del primer congreso internacional. Monseñor Saiz Meneses afirmó que “las hermandades están llamadas a salir al encuentro de los hombres y mujeres de hoy para descubrir sus gozos y esperanzas, sus tristezas y angustias, en especial de los más pobres y necesitados, y entablar con ellos un diálogo verdadero y profundo, y propiciar un encuentro con Cristo que sea el comienzo de una vida nueva, de una relación personal con el Señor”. “Esta debe ser su alma, y su identidad más profunda, que comporta una entrega decidida a la evangelización y a la pastoral de la Iglesia”, añadió.
En esta línea, planteó la necesidad de que la piedad popular se sitúe en relación estrecha con la misión de la Iglesia y la transmisión de la fe, “de manera que las hermandades puedan ofrecer un itinerario que contribuya a que muchas personas abran la mirada a la belleza de la experiencia cristiana”. Además, señaló que las hermandades han de ofrecer un “testimonio creíble de la fraternidad que les da nombre”.
El arzobispo de Sevilla finalizó su intervención en este acto inaugural insistiendo en la “llamada a ser faros de caridad en un mundo cargado de luces y sombras, de oscuridades y desafíos”. Así, situó la compasión como “un camino privilegiado para cimentar la justicia, ya que, ponerse en el lugar del otro, no sólo nos permite conocer sus sufrimientos, dificultades y miedos, sino también descubrir su valor único y precioso, en una palabra: su dignidad”. “Estas actitudes y convicciones -concluyó- serán objeto de estudio, análisis y reflexión durante el congreso que nos reúne, con el fin de poder dar respuesta a los desafíos del mundo de hoy, y de llevar a cabo nuestra misión con lucidez y eficacia”.
Juanma Moreno: “Una misión que no es flor de una semana”
El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, ha subrayado “el importante papel que nuestras hermandades desempeñan en nuestra sociedad todos los días del año”. “Una misión que no es flor de una semana, por extraordinaria que sea nuestra Semana Santa, sino que es el sostén y la esperanza para numerosas personas y familias vulnerables”, ha afirmado.
Moreno ha destacado a las hermandades como “semillero de valores y acciones ejemplares que nos ayudan a construir una sociedad mejor” y ha expresado la voluntad de su Gobierno de mantener las líneas de colaboración abiertas con ellas y con la Iglesia, “especialmente a la hora de proteger, mantener y divulgar el riquísimo patrimonio que atesoran”, para lo que se ha reactivado recientemente la Comisión Iglesia-Junta de Andalucía.
“Epicentro de la cristiandad”
Por su parte, el alcalde de Sevilla, José Luis Sanz, dio la bienvenida a los congresistas en nombre de una ciudad que “como define nuestro arzobispo, es la capital mundial de las hermandades”. Destacó la importancia de estas corporaciones en el tejido social: “son las entidades más vertebradoras de toda la sociedad en nuestra ciudad y en cada rincón de la provincia, donde se suman más de 700 corporaciones de esta índole en toda nuestra geografía”, explicó.
Sanz definió el II Congreso Internacional como un acontecimiento “único”, que tendrá un colofón especial, la procesion de clausura, “en la que el Ayuntamiento ha puesto todos sus esfuerzos para contribuir a que sea un éxito”. “Un despliegue sin precedentes en el que trabajarán todos los servicios municipales a los que ya agradezco de antemano su esfuerzo”, añadió. Tras recordar las dos visitas del papa Juan Pablo II a Sevilla –“que marcaron un antes y un después en este tipo de acontecimientos”-, el alcalde concluyó su intervención afirmando que Sevilla será durante estos días “el epicentro de la cristiandad y espejo donde se mirarán todos”.
Importantes avances desde el primer congreso internacional
Cerró el turno de intervenciones el presidente del Consejo General de Hermandades y Cofradías de Sevilla, Francisco Vélez, que subrayò la finalidad última del congreso: “poner de relieve la importancia de la religiosidad popular en nuestra tierra, auténtica muestra de realidad eclesial que constituye un verdadero dique de contención frente a la ola de relativismo y consumismo que atravesamos, males de nuestro tiempo, ante los que repetidamente nos han alertado los últimos pontífices: san Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco”.
Vélez reivindicó la “forma característica” que tiene las hermandades de celebrar “unos cultos que, afortunadamente, hacen que nuestros templos se llenen de cofrades, que expresan así su fe y su amor a Dios y a la Santísima Virgen a través de la honda devoción que profesan a sus titulares”. Destacó también los “importantes avances” experimentados en la vida de las hermandades durante los veinticinco años que han mediado entre los dos congresos internacionales, y señaló que este encuentro cofrade huye de la autocomplacencia para, en cambio, “profundizar en nuestras raíces y en nuestro quehacer”.
Tras agradecer la colaboración de todas las instituciones que han hecho posible este congreso, Francisco Vélez expresó su deseo de que el congreso proporcione “abundantes frutos y que los mismos perduren en el tiempo”.
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