CATÓLICOS EN VALENCIA – Con los más pobres en el Raval de Algemesí: “su vulnerabilidad ahora es mayor”

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La hermana Clara (izquierda) junto a vecinos de Algemesí

Hay zonas de algunas de las localidades afectadas por la DANA en las que se ha arrasado con todo. Algunas de ellas, además, habitadas por personas vulnerables y de escasos recursos. Esta es la situación, por ejemplo, del barrio El Raval de Algemesí, una zona de gente humilde y en la que las inundaciones han hecho verdaderos estragos. En esta zona al principio no entraba nade y poco a poco voluntarios, muchos de ello a través de las parroquias y de Cáritas, fueron entrando para ayudar.

Una de las primeras personas en entrar fue la hermana Clara Medina, de las Hermanas Salesianas Misioneras de Cristo Pastor, que junto a otras tres hermanas y un hermano sacerdote, se pusieron manos a la obra para ayudar a los vecinos. Para ello han contado con la ayuda de numerosos voluntarios venidos de instituciones como la Universidad Católica de Valencia. Allí la parroquia San José Obrero se convirtió en un verdadero centro de ayuda desde la que se distribuía todo tipo de ayuda desde alimentos hasta productos de primera necesidad Por ejemplo, cada día se distribuían 600 platos de comida caliente gracias a la labor de las cofradías y fallas de Alzira. Con el paso de las semanas, como explica la hermana, “las necesidades iban cambiando” e intentaron poder cubrirlas. Sin embargo, la situación es “dramática”: No es que solo necesiten una lavadora, una nevera o una cama, que también, sino que hay que empezar por arreglar el sistema eléctrico, que o no tienen o es muy precario, o poner la puerta. También muchas de las casas están inhabitables o no se ha salvado nada. Para que puedan salir adelante se necesita mucha inversión económica, mucha inversión también humana de ayuda y trabajo en red en todos los sentidos y aún con eso sigue saliendo barro y, por ejemplo, tampoco pueden seguir viviendo si el nivel de humedad es altísimo o si la maquinaria necesaria no llega Después de un mes los vecinos siguen viviendo de una forma muy complicada”.

Entre tanto dolor, sufrimiento y desesperanza la hermana lo tiene claro “como Iglesia hay que estar ahí, como Iglesia tenemos que ser escucha, ser abrazo, ser ayuda en todos los sentidos y esto solamente lo lograremos cuando seamos capaces de trabajar con otros y de estar atentos a la escucha de las necesidades más básicas y esto es un trabajo muy largo, muy largo”.

En esta zona de Algemesí, como explica Clara, hay distintos niveles de gravedad. Muchos vecinos están en una situación que para que vivan dignamente “o se les da una nuevo hogar mucho más digno y habitable o se le ayuda a hacer una gran inversión”. Una vez esto logrado “ya podemos hablar de otro tipo de ayudas”, explica. También hay que tener en cuenta que muchos de estas personas vivían con muy poco y que tenían hipotecas o préstamos por bienes que ya no tienen y que tienen que seguir pagando e incluso muchos no tenían seguro.
“El drama que empezó hace un me sigue presente hoy, cuando los vecinos están en situaciones de una constante vulnerabilidad, una constante vulnerabilidad en todos los sentidos, y con problemas de salud, pero para ser consciente de esto hay que tocarlo y verlo, basta entrar en las casas y estar cinco minutos y darte cuenta que es imposible respirar, que es imposible estar. Su vulnerabilidad es mayor”, detalla.

LLLAMADOS A AMAR

¿Cúal es la experiencia de la hermana Clara tras un mes intenso ayudando? Ella lo tiene claro: “Somos llamados a ser uno con nosotros. Somos llamados a ser Iglesia en comunión desde nuestra humanidad. Somos llamados a estar con el que sufre, con el pobre, con el que no tiene. Y hemos sido llamados para amar. Entonces, como dice el Evangelio somos siervos inútiles que solo hemos hecho lo que teníamos que hacer. Yo siento que como comunidad es nuestra misión estar con los demás”.

En esa misión, que no siempre es fácil, es importante llevar una palabra de aliento: “Es necesario transmitir esperanza. Transmitir la presencia de un Dios que está ahí a pesar de que cuesta verlo. Pero está ahí cuando echas una mano al otro, está ahí cuando estás sufriendo, está ahí cuando abrazas, está ahí siempre. Y esta ha sido mi experiencia todo este mes. Solo que es verdad que se sigue necesitando una presencia más activa en todos los sentidos. Está siendo, la verdad, una experiencia muy de Dios. Además hemos visto testimonios impresionantes de solidaridad desbordante, de generosidad desbordante, de esperanza, de alegría en medio del dolor, de fe. De mucha fe a pesar de gente no tener nada. Y para mí ha sido una experiencia como consagrada ver esta generosidad desbordante, esta esperanza, esta fe, tanto del que está sufriendo como del que ofrece una mano para intentar acompañar en ese dolor”.

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