Los voluntarios de los Centros de Escucha de la Diócesis de Valencia siguen formándose para empezar su tarea al servicio de las personas que los puedan necesitar. La sexta sesión formativa organizada por la Archidiócesis contó con el conocimiento y la experiencia de Víctor Ballesteros, religioso redentorista y máster en duelo.
Explicó el ponente que para hacer una intervención en duelo, lo primero que hay que hacer es “escucharse antes de escuchar”, haciendo presente al presente, con atención amorosa y consciente. «Tomar contacto con uno mismo ayuda a que la otra persona entre en mí», señaló.
El abordaje del duelo entraña distintos significados: “es como un tsunami que lo arrasa todo”. Se consigue “dar sentido a la vida y a la muerte” y supone una “afirmación de la propia vida”, de resiliencia… De lo que no hay duda es de que el duelo no es una enfermedad, ni se cura, ni es un problema. Sin embargo, es un dolor que afecta a todas las dimensiones de la vida. Así que hablar de duelo es «hablar de sentimientos como la culpa, la rabia o la ira, pero también de creencias». De hecho, algunas personas pueden preguntar a Dios el porqué de tanto dolor.
Desde esta perspectiva, el proceso del duelo es vivido por cada persona de un modo diferente. Personalizar el duelo implica tener distintos modos de afrontamiento. Se puede afirmar que hay tantos duelos como personas, de manera que cada persona elegirá cómo transitar por su propio duelo, tomando contacto con el dolor y con las decisiones que emerjan ante él.
Además, hay distintos tipos de duelo (anticipatorio, complicado y patológico) y distintas fases, así como modelos interpretativos del mismo. De hecho, tenemos el modelo del psicoanálisis con Freud, el modelo psicosocial con Kubler Ross o el modelo cognitivo de Worden.
También es importante considerar el marco teórico del escucha frente al doliente, que se puede resumir en mirar a la persona como un todo, abordarlo desde una dimensión espiritual, con un enfoque antropológico holístico y atendiendo el modo en que la persona establece sus vínculos. Este marco teórico se completa con aspectos como la herencia, la culpa y el autorreproche, la presencia virtual, la pérdida de sexualidad, los costes del entierro y la sensación de presencia, entre otros. Claves de ayuda, en este sentido, podemos encontrarlas en libros como Las cinco pulgas del duelo, de José Carlos Bermejo, Marisa Magaña y Marta Villacieros, o «Modelo humanizar» de intervención en duelo, también de Magaña y Bermejo.
La última parte de la sesión fue de carácter práctico. A través de distintos casos se pudieron identificar las etapas presentes en un proceso de duelo. Estas se concretan en siete:
Entrar en duelo.
Yo ante el duelo (personalización).
Sintiendo mi duelo (qué emociones se experimentan).
Reorganizando capacidades (nuevos retos).
Recordar y sentir con afecto (recuerdo con dolor admisible).
Los otros, mi duelo y yo (red social).
Y ahora, ¿quién soy? (una nueva identidad, me reconozco).
La variabilidad de manifestaciones, sentimientos y comportamientos se asocian a una determinada etapa, aunque no necesariamente deben seguir ese orden ni estas son excluyentes entre sí.
Sin duda, este módulo formativo ha sido de gran utilidad para el servicio que tenemos que prestar en la diócesis: acompañar a las personas dolientes, y muy especialmente en estos momentos a los que están sufriendo la consecuencias tan trágicas y dolorosas de la Dana.
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