SALAMANCA – Una oración por las vocaciones: “¿Para quién soy yo?”

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El delegado de Pastoral Vocacional, Fernando García Gutiérrez, organizó una vigilia en la XVI Semana de Pastoral con testimonios de un matrimonio, un misionero de Mariannhill y una religiosa, presidida por el obispo, Mons. José Luis Retana

 

SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN

Bajo el lema,  “¿Para quién soy yo”, se celebró una vigilia de oración por las vocaciones el 28 de septiembre en la parroquia de San Pablo, dentro de la XVI Semana de Pastoral, organizada por Pastoral Vocacional y presidida por el obispo, Mons. José Luis Retana. Tras la procesión de entrada, recordaron que el cristiano está llamado “a mucho más que a un trabajo o una simple ocupación; está llamado a ser para alguien”. Y con esa celebración, el deseo es que ninguna vocación se pierda, “para que tengan la valentía, el coraje, la acogida y el respaldo de toda la comunidad cristiana”.

El testimonio del matrimonio. Fotos: Óscar García

En la vigilia compartieron su testimonio un matrimonio, un misionero de Mariannhill y una religiosa. El primero de ellos, formado por Cristina y Alfonso, recordaron la importancia del sacramento que les unió en 2015. “¿Para quién soy yo? Para el Señor”, relató ella. Para ellos, el Señor, “es nuestra fuente de paz, de alegría y de esperanza”. Su matrimonio dio fruto a tres hijos, y relataron que una buena definición del matrimonio se resume, “en la voluntad de amar y querer”. Y aseguran que el amor hay que trabajarlo “cada día”. Tras compartir su testimonio, Cristina y Alfonso, junto al altar, prendieron la vela de su lámpara vocacional del cirio pascual.

Una vocación al sacerdocio

El testimonio de vocación al sacerdocio fue del misionero de Mariannhill, Bongani Ndlovu, natural de Zimbabue, y que reconocía que desde temprana edad, “me gustaba ir a la iglesia con mi familia”. Y fue la fe de su madre la que  le hizo enamorarse del Señor, “porque la fe era muy importante en nuestra vida familiar”. Este misionero relata como cada domingo iban a la iglesia y participaban en las actividades parroquiales. “Comencé a notar cierta inclinación hacia el sacerdocio cuando estaba en la escuela”, reconoció. Un párroco fue el que le inspiró, “porque me encantaba como predicaba y celebraba la misa”, fue entonces cuando comunicó a su familia el deseo de entrar en el seminario menor.

El misionero de Mariannhill, Bongani Ndlovu.

Pero su familia pensó que era mejor que terminase sus estudios, y cuando ya estaba trabajando, Bongani conoció a unos misioneros de Mariannhill, “me gustó cómo entregaban su vida a Dios y a la Iglesia, y cómo trabajaban y rezaban juntos”. Y hasta Salamanca llegó para realizar sus estudios de Teología, “que supuso dejar a mi familia, mi lengua y mi país”. En la actualidad, ya se está preparando para ordenarse como diácono,  “y ofrecer este servicio al Pueblo de Dios allí donde me envíen”.

La vida consagrada

El último testimonio de la noche fue de la vida consagrada, con la jesuitina,

La jesuitina, Esther Sanz.

Esther Sanz, quien reconoció que su primera vocación fue ser médico de Familia, y que llegó a ejercer unos años. “Hasta que conocí a una comunidad pequeña de Hijas de Jesús que ayuda a la población migrante que iba a trabajar a la fruta cerca de mi pueblo”, relató. De estas hermanas recuerda la alegría que tenían, “y pensaba por qué lo tenían ellas y yo no”.

Y una vez decidida su vocación religiosa, advirtió, “no es el sí que das un día, sino el sí que das cada día”. Y animó a los presentes a que cada uno siga esa estela de la alegría, “recordar cuándo hemos sido felices y dejarlos guiar”.

Después de los testimonios, y antes de la exposición del Santísimo, el obispo de Salamanca, Mons. José Luis Retana, compartió unas palabras en las que recordó que la pastoral vocacional, “es uno de los objetivos de este curso”. Y a nivel nacional, en febrero se celebrará un Congreso sobre vocaciones: “Iglesia, asamblea de llamados para la misión”, en el que participarán 24 personas de la diócesis.

Una prioridad para este curso

Y sobre la falta de vocaciones, insistió en que es un problema grande que tiene esta Iglesia, “vivir la vida con esa gratitud, con la conciencia de que Dios me ha amado infinitamente antes de nacer, y que ha pensado en mí con un sueño precioso”. El obispo considera que el secreto de la vida es descubrir, “¿Para qué y para quién he sido creado yo?”.

 

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