El misionero es el que evangeliza, el que lleva a otros a Jesucristo. Sin embargo, también es agricultor, enfermero, taxista, profesor, fontanero, albañil o electricista. Así es como define Juan Carlos Cabrera, misionero valenciano en Mozambique, la extensa labor que hacen los misioneros allí donde son enviados. Cabrera es religioso mercedario y actualmente es párroco de Ntra. Sra. de la Merced en Xai Xai.
La familia de Juan Carlos Cabrera llegó al Puig de Santa María cuando él tenía 8 años, provenientes de un pequeño pueblo de Córdoba, Villa del Río. Allí empezó a vivir la fe en la parroquia Ntra. Sra. de los Ángeles, una parroquia histórica, la primera encomendada a la Orden de la Merced, que fue encomendada a su fundador, San Pedro Nolasco en 1237. “No estaba en mis planes ni ser religioso ni ser sacerdote sino cirujano, como el Dr. Barnard que realizó por aquellos años el primer trasplante de corazón y representaba un hito en la historia de la medicina. Mi alma, como María, agradecía a Dios por mis padres, por mis hermanos, por tantos amigos y amigas, fueron muchas las bendiciones que recibía todos los días y quería devolverle a Dios un poco de lo que Él me daba. Mi vocación se resumía en querer ayudar a los más pobres, hacer el bien”, así explica el misionero cómo surgió su vocación. Esa inquietud junto al testimonio de los mercedarios de la parroquia fue fundamental.
Sus primeros destinos fueron Guatemala y Panamá. En el año 2010 ya llegó a Mozambique. Primero estuvo en Matola, cerca de la capital, Maputo. Allí los mercedarios, además de atender la parroquia, realizaba su labor en las cálceles y llevaban una escuela de secundaria con capacidad para más de tres mil alumnos. En la parroquia actual, en Xai-Xai, con una extensión de más de 400 km², formada por 14 comunidades. Algunas de estas comunidades está cerca de donde viven los mercedarios. Sin embargo, otras están a 50 km. “Cada día vivimos una experiencia diferente, tenemos un programa organizado pero las urgencias y necesidades nos llevan a modificarlo continuamente”, explica Juan Carlos.
Allí atienden la cárcel provincial y realizan diferentes tareas fundamentales para el desarrollo humano construyendo pequeños sistemas de abastecimiento de agua, proyectos de agricultura para mitigar el hambre consecuencia del cambio climático y apoyan a los más desfavorecidos: ancianos, enfermos y niños de la calle. Además en una de las comunidades atiende una guardería y un comedor infantil.
Juan Carlos explica que “Mozambique es uno de los países más pobres y menos desarrollados del mundo, tiene una gran riqueza natural y la mayor parte de sus habitantes viven en la zona rural, dedicados a la agricultura de subsistencia, sin agua potable ni energía, sin hospitales, sin escuelas, sin carreteras… en contraste con las grandes ciudades”. Sin embargo, explica el misionero, lo mejor son sus hijos, los mozambiqueños: “un pueblo que lucha cada día por sobrevivir, es ejemplar la labor que desempeña la mujer, caminando a las 4 de la mañana para cultivar sus huertas (“machambas”) y llevar un poco de comida a sus casas”.
La Iglesia allí es muy joven y el número de católicos no supera el 20% de la población. “Son muchos los ciudadanos que se formaron humanamente y espiritualmente gracias a la ayuda de la Iglesia. En la catequesis y en las diferentes estructuras educativas, la Iglesia formó buenos ciudadanos y cristianos que contribuyeron para el crecimiento de la sociedad con su saber, con sus valores, sea en la vida política o en las organizaciones civiles”, explica.
Testimonios como el de Juan Carlos ponen de manifiesto la importancia de los misioneros hoy en los lugares más recónditos del mundo. “Es una fiesta poder anunciar a Jesús allí donde todavía no es conocido, con respeto y de forma sencilla. En un mundo cada vez más egoísta y sin amor, donde hay tanta falta de luz y de paz, anunciar que Dios te ama y enseñar que la manifestación del amor de Dios no es la ausencia de enfermedades, o disponer de poder, de dinero, de muchos bienes materiales, de familias donde no hay problemas. Dios tomó la iniciativa antes que nosotros, sacrifica su propio Hijo amado para salvarnos, tirar de nuestros corazones la presencia del mal, del pecado, de todo lo que destruye al hombre. Podía haber sacrificado un animal, como hacen aquí los curanderos en África, o ofrecido miles de millones de euros lo que vale los misiles hipersónicos que actualmente se están usando en la guerras-, entrega en la cruz a Jesús, quien acepta cumplir la voluntad de su Padre. Qué experiencia tan saludable. Cómo no vamos a seguir anunciando este mensaje”, apunta el religioso mercedario.
La diócesis de Xai-Xai es una de las diócesis misioneras apoyadas por Obras Misionales Pontificias (OMP), entidad a la que se destina lo recaudada en la jornada del DOMUND. Una ayuda fundamental para la subsistencia de estas comunidades, ya que como explica Juan Carlos, permite dar 100 euros a los 20 sacerdotes diocesanos y a los 2 obispos. Sin embargo, para los sacerdotes de las diferentes congregaciones religiosas no llega ese subsidio de Roma y dependen de ayudas externas.
“En este momento estamos sin un vehículo para poder atender las comunidades y de manera particular para la catequesis no tenemos catecismos. Nuestra parroquia tiene 10 años desde su fundación y aunque ya tenemos los planos para construir la Iglesia Matriz de la parroquia por falta de medios aún no hemos podido iniciar las obras. Ojalá pudiéramos encontrar una parroquia de Valencia que pudiera ser solidaria con nosotros”, apunta.
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