(En la foto, Mª Victoria Venero es la primera por la derecha)
Este sábado, 11 de enero, el Arzobispo de Oviedo, Mons. Jesús Sanz Montes, presidirá la eucaristía de clausura del centenario del fallecimiento de Santa Rafaela María Porras Ayllón, fundadora de las Esclavas del Sagrado Corazón. La celebración tendrá lugar en la capilla de Conde de Toreno número 2 de Oviedo, la conocida capilla de las Esclavas sede, además, de la Adoración Perpetua en la ciudad desde hace años.
Entrevistamos a la Superiora de la Comunidad de Oviedo, Mª Victoria Venero.
¿Cómo habéis vivido en comunidad este centenario tan especial para vosotras?
Con muchísima ilusión y también con el reconocimiento de Santa Rafaela en nuestra vida, porque es un pilar fundamental. Se han hecho muchas actividades: hemos leído, vivido y revivido su vida y su obra y estamos intentando renovarnos según su espíritu y según su ilusión de hace tantísimos años.
¿Quién fue fue Santa Rafaela y cómo nos explicaría el carisma de las Esclavas del Sagrado Corazón?
Ella nace en un tiempo muy convulso. Siendo muy joven, a los 14 años, tiene una experiencia muy fuerte como es la pérdida de su madre y se da cuenta de que la vida que lleva no le llena, por lo que intenta buscar algo distinto. Además, siente una experiencia muy fuerte de que Dios la llama para hacer algo y no sabe el qué. Así que se dedica a buscar qué es eso a lo que Dios le llama.
En cuanto a su familia, ella vive acomodadamente, pero ve y es consciente de que hay mucha gente que no vive como ella. Así que, con su hermana Pilar, intenta hacer lo que puede. De hecho, hablan de «la puerta de atrás», y es que de cara a su familia se comportan como se espera dentro de la sociedad de su tiempo, pero a la vez, por la puerta de atrás, ven que hay pobres y quieren auxiliarles, hacerse presente, que no pasen hambre, que no tengan necesidad.
Ella acaba perfilando todo esto, poniendo lo que quisiera que fuera aquello que ella busca, ese encuentro personal que tiene con Dios, transmitirlo a todos los demás y ahí es donde se centra y se fija el carisma del Instituto. La Eucaristía, para ella, tiene muchísima fuerza en ese momento y quiere transmitirlo, como es normal. Una frase suya que repite muchas veces es «que todos Le conozcan y Le amen», porque ella experimenta el amor que ha tenido de Jesús. Además, como hay algunas cosas que no le gustan de su sociedad, añade una palabra: «Reparar», para aliviar esa situación de carencia que hay en la sociedad de su tiempo y poner de su parte todo lo que pueda para remediarlo.
¿Cómo lo pone en práctica entonces?
Ella considera que la educación es fundamental. Tiene la experiencia de que hay muchísimas niñas desprotegidas y para ella, la educación es la única manera que puede subsanar esta dificultad. Y, por otra parte, la experiencia que ella tiene es de Jesús Eucaristía y, por tanto, poner la Eucaristía como pilar de su acción pastoral, de su vida interior y de su vida en general.
¿Cuándo nace el Instituto de las Esclavas?
Nace en Madrid, con ayuda de muchas personas como el Penitenciario de la Catedral de Córdoba, un jesuita, puesto que le atrae mucho la espiritualidad ignaciana y el Cardenal de Toledo, que les ayuda a dar el paso.
¿Cuándo llegan las Esclavas a nuestra diócesis?
Nada más y nada menos que en 1908. Yo me he dedicado a mirar los documentos que hay de ese tiempo, lo que llamamos «Diarios de la casa», con las notas que las primeras iban escribiendo, contando las ayudas que tenían, la misión que se planteaban, principalmente la reparación al Corazón de Jesús con el culto a la Eucaristía y la educación a las niñas más necesitadas porque veían que era una gran urgencia.
Siempre agradecen, se puede leer en los escritos, la acogida que les brindaron en Oviedo y en particular la de una señora, Teresa Collantes de Herrero, que conocía a las Esclavas por unos amigos de Valladolid, donde ya había una fundación. Nada más llegar se establecieron en la calle Campoamor, en una casa alquilada. Les tuvo que ayudar mucha gente porque llegaron allí sin nada: no tenían ni colchones, ni cama, nada. Siempre agradecieron toda la ayuda que les prestaron, porque hasta el Penitenciario de la Catedral de Oviedo les ayudó con bienes económicos para que pudieran comer, porque al principio ciertamente no debían de tener nada. También las Salesas y las Hermanas de los Pobres, que ya estaban establecidas en Asturias, les ayudaron.
Sin embargo, con el tiempo vieron que la casa no reunía condiciones, era muy pequeña, y se cambian a una casa en la calle Santa Susana, donde permanecieron unos 20 años. Allí abrieron una capilla y comenzaron a realizar lo que ha sido todo este tiempo su labor en Oviedo: la Adoración, por supuesto el culto a la Eucaristía, y trabajar con niñas y mujeres. La casa tenía muchísima actividad y se llevó a cabo una acción pastoral muy amplia, incluyendo hasta una Escuela Nocturna para madres que trabajaban y no tenían tiempo para formarse. Se cuenta en las crónicas que «la ciudad entera acompañó al Santísimo desde San Tirso hasta la casa de Santa Susana». Debió de ser algo espectacular tal y como lo relatan.
Con el tiempo, y al ser la casa alquilada y presentar muchas dificultades para toda la actividad que debían llevar a cabo, vuelven a mudarse, esta vez al edificio actual, en la calle González del Valle, con una capilla que es la de Conde de Toreno.
También surgió la Casa de Ejercicios, que al principio estaba en la ciudad, compartiendo espacio con una residencia universitaria, hasta que ambas necesidades crecieron tanto que se levantó la Casa de Ejercicios de Latores y se dejó todo el edificio para Residencia Universitaria.
Es curioso que precisamente sea la Capilla de las Esclavas la sede de la Adoración Perpetua, parece algo hecho a medida.
Sí, realmente allí siempre ha habido Adoración, ahora sigue habiendo culto, una eucaristía por la mañana y otra por la tarde, pero el resto es todo el tiempo Adoración. Es un auténtico regalo que vivimos de verdad con mucho agradecimiento.
¿Qué retos tiene por delante el Instituto de las Esclavas del Sagrado Corazón?
De momento, seguir cooperando en todo lo que se pueda en la Pastoral y en las necesidades de la diócesis. Santa Rafaela decía que lo más importante era hacer lo que Dios quería, que haciendo y deshaciendo muchas veces no sale lo que nosotros queremos, pero termina haciéndose lo que Dios quiere, y eso es lo que realmente teníamos que haber hecho.
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