En la fotografía, la Hna. Sara Jiménez, que vive en Asturias, es la segunda por la izquierda, en la fila de abajo. De pie, en la tercera fila a la derecha, la Hna. Clare Crockett.
Desde hace algunos años, las Siervas del Hogar de la Madre se encuentran en nuestra diócesis, ayudando en diversas tareas pastorales y parroquiales. Concretamente, desde el año pasado colaboran con los colegios San Juan Pablo II de Oviedo, Gijón y Avilés, dirigidos por la Fundación Educatio Servanda. Colaboran en parroquias, cuando los sacerdotes se lo solicitan y también han comenzado a colaborar con el arranque de la Pastoral Universitaria. Además organizan, junto con la Asociación En Marcha, la Jornada Eucarística Mariana Juvenil, que este verano, concretamente los días 4, 5 y 6 de julio, volverá a celebrarse en Covadonga.
El pasado mes de enero, la Asociación de las Siervas del Hogar de la Madre se llevó la grata noticia de la apertura, en Alcalá de Henares, de la Causa de Beatificación de la Hna. Clare Crockett. Una joven irlandesa, Sierva del Hogar de la Madre, fallecida en el terremoto de Ecuador en el año 2016. Su vida, mostrada a través, primero, de un sencillo testimonio y posteriormente en un documental más extenso con el título «O todo o nada», y que corrió como la pólvora a través de Internet, llegó a muchos jóvenes alrededor del mundo, provocando una respuesta que nadie se esperaba. Se comunicaron favores, se pedía más información sobre ella, la llamaban «amiga» jóvenes que nunca la habían conocido. «Recibimos la noticia de la apertura de la Causa de Beatificación de la hermana Clare con asombro y desconcierto a la vez, porque, en un principio, no nos habíamos planteado iniciar nada». Así lo reconoce la Hna. Sara Jiménez, una de las religiosas que vive actualmente en nuestra diócesis. «Simplemente hicimos –explica–, cuando falleció, un breve vídeo que se llamaba «En memoria de la hermana Clare», para recordar un poco su vida y quién fue. Pero en seguida empezamos a recibir muchísimos mensajes y peticiones de personas que querían saber más de la Hna. Clare y conocerla y nos animaron a hacer algo más extenso, y fue cuando nos animamos a realizar el documental. Así fue como se inició todo. Después del documental fue cuando recibimos muchos más mensajes, incluso favores que nos cuentan de personas que se han fortalecido en su vocación, seminaristas, religiosas, jóvenes que han encontrado el sentido de su vida y personas con una gran tristeza que recuperan la alegría. Y sobre todo, una cosa muy curiosa, y es que la empiezan a llamar «mi amiga». La experimentan cercana, le piden cosas. Y nos empiezan a preguntar cuándo va a ser santa, cuánto la podrán ver en los altares y esto es lo que nos empujó a iniciar el proceso, pero no pensábamos hacer nada hasta que nos llegó todo esto y dijimos «será que Dios lo quiere».
La Hna. Clare, en primer término, junto con la Hna. Sara, en Ecuador
Quien lo cuenta, la Hna. Sara, lo relata con la seguridad de quien conoce bien la historia. Y es que tuvo la oportunidad de conocer a la Hna. Clare bien de cerca. Lo hizo cuando la joven irlandesa llegó a un retiro de Semana Santa, pensando que lo que había hecho era aceptar un viaje gratis a Ibiza, y después en numerosas ocasiones, hasta formar parte de la comunidad de Ecuador, donde finalmente la Hna. Clare perdió la vida. Y es que la vida de la Hna. Clare podría ser la de muchas otras jóvenes. Le gustaba salir, la fiesta y soñaba con ser actriz. De hecho, llegó a participar en alguna película y a presentar programas infantiles en su país. El canal Nickelodeon llegó a interesarse por ella, pero el Señor se interpuso en su camino.
«La primera vez que vi a la Hna. Clare fue en un encuentro de Semana Santa del año 2000, que todos los años celebra nuestro movimiento de El Hogar de la Madre, en el monasterio de San Miguel de las Victorias, en Cuenca. Allí apareció ella desde Irlanda. Estaba convencida de que iba a recalar en un lugar similar a Ibiza y que iba a poder irse de fiesta gratis, pero se encontró con un monasterio y un horario en el que se estaba rezando a todas horas. En aquel momento sin embargo no hablé mucho con ella porque ella hacía su propio horario, no quería asistir prácticamente a nada y además estaba en un grupo de habla inglesa», explica la Hna. Sara. Ese encuentro fue fundamental en la biografía de la Hna. Clare porque, como ella misma llegó a relatar en la JMJ del 2011, a pesar de que intentó no participar en ningún acto religioso, el Viernes Santo alguien le dijo «Hoy, Clare, tienes que entrar en la Iglesia». «Yo entré en la iglesia y estaba sentada en los bancos de atrás, en plan “paso de todo”. Y yo veía cómo la gente se ponía en filas para ir a besar una cruz que tenían allí delante. Yo también me puse en la fila con las manos en los bolsillos. Yo no estaba pensando en la Pasión del Señor ni nada, estaba pensando: “¿A qué hora acabará esto para ir a cenar?”. Me acuerdo que, cuando me tocaba a mí besar la cruz –y ya sabe, quien ha participado en el día del Viernes Santo, que es dos segundos el besar la cruz, no estas allí dos horas ni nada–, no me acuerdo si me arrodillé o hice la genuflexión, solo me acuerdo que besé los pies del Señor en la cruz y sentí dentro de mí, en ese momento, como una bofetada muy fuerte, como si Dios me mostrara que era Dios quien estaba en la cruz y que la única manera en que yo podía consolar lo que estaba viendo en la cruz era con mi vida. No valía contar chistes ni hacer un teatro bonito para consolarle, nada, nada de lo que yo pudiera hacer podía consolarle, solo darle mi vida. Y esto, fíjate, sin tener yo ninguna formación religiosa. Una cabra loca, de discotecas, que pensaba que iba a Ibiza y, en este momento, al besar la cruz, el Señor me tiró totalmente del caballo. Y yo no entendía lo que estaba pasando, porque yo no tenía experiencia de Dios. Era, puedo decir, la primera experiencia fuerte que tuve. Y me acuerdo de que volví al banco y empecé a llorar y a llorar y a llorar. Y, claro, yo tenía reputación de chula… Entonces, estar ahí llorando… Pensaba: “Me van a ver”, pero no podía parar, no. Dios me había mostrado claramente que había muerto por mí y que yo tenía que darle algo, y ese algo no era simplemente un Avemaría, una misa, un compromiso pequeño, sino era mi vida. Y esto asusta mucho, porque tú quieres tener las riendas de tu vida. Yo decía: “Yo voy a ser actriz famosa. No sé lo que está pasando, pero yo no puedo cambiar, no puedo”. Sin embargo, sabía que tenía que dar algo.»
La Hna. Clare, de espaldas, con jóvenes en Ecuador. Al fondo, la Hna. Sara
Ese fue el comienzo de la historia, una historia en la que la Hna. Clare termina consagrándose a Dios como Sierva del Hogar de la Madre y a partir de entonces, vivió su vida con una entrega total. «Era muy auténtica, la verdad es que transmitía muchísima alegría y confianza –recuerda la Hna. Sara Jiménez–. Se ganaba el corazón de los niños y de los jóvenes, porque era curioso pero todos se abrían muchísimo a ella y le contaban su vida, sus cosas, sus problemas y ellos decían que no se sentían juzgados por ella. Siempre era muy cercana y al mismo tiempo ella les hablaba muy claro, llamando a las cosas por su nombre».
Para la Hna. Sara no deja de ser impresionante recordar el proceso de conversión de Clare Crockett, desde que la vio por primera vez, frustrada por encontrarse en un pueblo de Cuenca en vez de en Ibiza, viviendo con ella en numerosas ocasiones posteriores e incluso formando parte de la comunidad de Ecuador donde la joven irlandesa perdía la vida en 2016. «Me resulta increíble pensar que una hermana nuestra que yo he conocido, que he vivido con ella tanto el inicio de su proceso como sus últimos años en Ecuador, el cambio desde que llegó a cómo terminó su vida es algo impresionante. Me impacta mucho saber que he podido vivir con una hermana tan buena, que ha vivido su vida de Sierva en plenitud, porque todo lo hacía al máximo. Desde dar clase de música y cantar con esa voz preciosa que ella tenía hasta quedarse afónica, hasta verla continuar exhausta, entregándolo todo, con esa fuerza que ella tenía y esa generosidad que le salía por los poros». Una vida exprimida al máximo, como el título de su película póstuma, «O todo, o nada».
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