CATÓLICOS DE ASTURIAS – Vicente Pañeda, Delegado episcopal de Cáritas diocesana: «allí donde hay una persona que se preocupa por otra, hay un hilo de esperanza»

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Este próximo domingo, 16 de noviembre, la Iglesia celebra la Jornada Mundial de los Pobres, en esta ocasión con el lema, en línea con el Jubileo: «Tú, Señor, eres mi esperanza». Un día que nos recuerda que los pobres están en el centro de toda la acción pastoral y que, como dice el Papa León XIV en su mensaje para esta jornada, «no son una distracción para la Iglesia, sino que son los hermanos más amados». Aprovechando el contexto de esta Jornada, hablamos con el nuevo Delegado episcopal de Cáritas diocesana de Oviedo, Vicente Pañeda.

Lleva poco tiempo, apenas dos meses, en esta nueva labor como Delegado de Cáritas. Como párroco conocía bien la primera acogida que se lleva a cabo en las parroquias y arciprestazgos, pero ¿cómo está siendo este acercamiento, este aprendizaje del funcionamiento de Cáritas en toda la diócesis?
Esta nueva experiencia viene seguida de otra más acotada que era el acompañamiento en el arciprestazgo de Avilés. Está siendo positiva porque la directora diocesana, a través de sus whatsapps, sus emails, de las reuniones conjuntas, tiene una expresión que a mí me ha calado profundamente: «Cáritas es una familia, en Cáritas estamos unidos, Cáritas somos todos». Y a mí ese mensaje me está persiguiendo como un mantra. Por tanto, la experiencia llevadera junto con el trabajo en equipo hace todo mucho más agradable y así se solventan mejor los desafíos y los retos que vas encontrando en el itinerario de cada día.

Del trabajo que se lleva a cabo y que está pudiendo ver en tantos proyectos, ¿qué es aquello que más le está sorprendiendo o que quizá desconocía? 
Lo que más me está sorprendiendo es la dedicación de los voluntarios y de los trabajadores, porque están en contacto con la pobreza extrema que la mayor parte de las personas desconocemos. Nos falta  es ese rostro roto de la soledad, de la pobreza, del desarraigo, que para mí está siendo una sorpresa negativa al comprobar esa sociedad más insolidaria, pero al mismo tiempo positivamente veo que hay detrás un personal que lo da todo, lo deja todo, lo acompaña hasta el último momento. Están iniciando ahora una tarea de salir de madrugada para buscar personas que están  en la calle. Eso yo lo había visto en Barcelona, pero no lo había visto aquí. Y realmente cuando, cara a cara, te comentan estas experiencias, pues dices tú: «¡caramba!», hay un hilo de esperanza allí donde hay una persona que se preocupa por sacar de esa situación de soledad extrema a otra persona.

No estamos viviendo los mejores momentos. Desde la crisis del 2008 hay gente que no levanta cabeza. Una crisis tras otra. Esto lo confirmaba el informe FOESSA nacional que acaba de ser publicado, y del que esperamos resultados en Asturias el próximo mes de febrero. ¿Cuáles son las principales necesidades que va viendo hasta ahora aquí en nuestra región?
El perfil del pobre no es el mismo en Madrid que en Barcelona, que en Alicante, que en Asturias. Aquí lo que tenemos es un problema que se suma a otro generalizado que es el de la vivienda, el del subarrendamiento y los elevados costes que supone esa habitación, esa casa compartida, que hacen que a finales de mes la gente no llegue. Entonces tienen que buscar otra alternativa. Para mí eso es lo más duro porque eso resquebraja la dignidad de la persona.

El Papa dice en su mensaje de la Jornada Mundial de los Pobres para este año, que la pobreza más grave es «no conocer a Dios» y que los pobres tienen una «especial apertura a la fe». En este breve periodo de tiempo, ¿lo está pudiendo comprobar?
Del Papa León no conocía ni su rostro, pero lo estoy conociendo ahora a través de sus lecturas, de sus gestos y últimamente la Exhortación Apostólica Dilexi te, que por cierto, escribe lineal, escribe con buen contenido y muy ajustado. Y nos recuerda  precisamente eso, que los pobres que están a nuestro alrededor jamás deben de ser invisibles, sino que son el rostro de Dios. Había un teólogo que ya no está entre nosotros desafortunadamente, que decía de los pobres que eran «los vicarios de Dios». Y es cierto, cuando una sociedad se despega o mira para otra parte, dejando al lado esa masa ingente de personas, de personas, hay ahí una fisura, hay ahí una herida que  conviene curar y que conviene poner una voz de aliento, una voz profética. Y en este caso yo creo que Caritas está haciendo lo mejor que puede y sabe, que es acompañar y que es promocionar a esas personas.

Terminamos haciendo alusión a la esperanza, como reza el lema de este año. Si tuviera que destacar algún signo de esperanza –ha ido dando algunos ya a lo largo de esta entrevista–, de lo que está viendo en estos meses en Cáritas, ¿cuál sería?
Me pidieron una colaboración breve y sencilla para acompañar a los guiones litúrgicos que Cáritas nos regala en los tiempos fuertes, en este caso, el Adviento y Navidad. Y en esa carta yo invito al lector o a la lectora a que se asome a la lectura del poema de Charles Péguy, La Esperanza. En él dice que la fe es como una catedral, es como una iglesia que se arraiga en el suelo. La caridad es un hospital que acoge y cura a todos. Pero, la esperanza, dice Péguy, sin esa esperanza lo demás puede ser un cementerio. Es decir, hay que ingeniárnoslas para que, por poco que sea, lo que estamos haciendo sea hecho desde la concienciación de que Dios nos creó a todos como personas, no a unos mejor que a otros, sino a todos como personas.
Por otro lado, hay un documento precioso de Cáritas firmado en el año 2008 que ahora se está revisando, se llama Modelo de acción social y en ese texto que está escrito, fíjese usted, en el 2008, es profético porque habla de la cultura del encuentro, de poner en el centro a la persona. Y yo creo que en los trabajos cotidianos que se están haciendo, llámese acogidas, llámese proyectos, el centro es la persona. Por tanto, no está todo perdido. Hay un halo de esperanza que eso es como las brasas de un fuego, no podemos alentarlo de forma violenta, sino que tiene que ir de forma suave para que esas ascuas vuelvan a aportar calor. Y ese acompañamiento hay que hacerlo desde la constancia, desde la ternura, para que esa persona se crea que es persona y no una realidad invisible.

 

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