Este sábado, el Seminario de Monte Corbán acogió el retiro de Adviento de la diócesis, en el que decenas de personas se reunieron desde las 10 de la mañana para hacer una pausa en sus vidas y, así, poder trabajar el encuentro personal con el Señor a través del silencio y la oración en su presencia.
El encuentro se desarrolló en la iglesia del seminario, y consistió en sendas pláticas de nuestro Obispo, D. Arturo; en la exposición del Santísimo y en la oración y el silencio, herramientas fundamentales para encontrarse con Él.
El retiro comenzó con el rezo de la Hora Intermedia, que puso a los asistentes en camino hacia esta pausa, esta reflexión tan necesaria sobre el momento en el que vivimos y las circunstancias que nos rodean y que, muchas veces, nos impiden o dificultan nuestro encuentro personal con el Señor.
Precisamente, la plática de D. Arturo se centró en estos elementos; en cómo la oración, el silencio y la contemplación nos acercan a Él. Estas son algunas de las ideas y afirmaciones que nuestro Obispo deslizó en su intervención:
«Dios nos habla para expresarnos su amor y espera de nosotros una respuesta de amor que se hace realidad en la oración. Pero es importante y necesario sentir un profundo deseo de Dios. Si contemplamos largamente, Dios viene y nos toma fácilmente y nos sentimos reconfortados, recuperamos la vida».
«La oración rasga las resistencias a acoger el amor de Dios. Cuando Jesús te aconseja que te abandones en manos de Dios, sabe en qué manos te pone y nosotros queremos esa sensación en nuestra alma, descansar en Dios. No hay nada más a lo que aspirar que repetir una y otra vez con alegría de corazón: Señor, estoy aquí contigo».
Asimismo, D. Arturo desgranó la contemplación en tres partes bien diferenciadas:
La primera de ellas, es que «lo oscuro se abre a la luz y al gozo de Dios. Se trata de aparentes imposibles cumplidos, para Dios no hay nada imposible. En la oración caes en la cuenta de las zonas oscuras de tu existencia y Dios viene a iluminar todos tus rincones oscuros».
La segunda es que «lo viejo se abre a la novedad de Dios. La presencia y la Palabra de Jesús despierta la esperanza adormecida. Estamos hechos a su imagen y semejanza, pero a veces las recreaciones pierden detalles. Y esas son las faltas que Dios tiene que cubrir en ti. ¿Qué novedad notas que Dios tiene que obrar?»
Por último, «lo pequeño e incapaz que se abre al poder de Dios para vencer el miedo. El poder de Dios engrandece nuestras vidas. María, campesina de Nazaret e Isabel, una mujer estéril, son dos ejemplos clave. ¿Crees que el Dios que te ama quiere que seas feliz? Si no lo crees, te has equivocado de Dios».
Estas tres afirmaciones son el proceso de la Encarnación, sentenció D. Arturo, al tiempo que ofreció un consejo: «no manosees ni dirijas tu oración, déjate llevar e invadir por la presencia de Dios. No desesperes, no te impacientes y no tengas prisa», finalizó.
A continuación en presencia del Santísimo, expuesto en el altar de la iglesia, se ofreció un tiempo de silencio y recogimiento en el que descansar la plática de D. Arturo y en el que tratar de poner en práctica estas ideas para intentar lograr ese equilibrio entre nuestro día a día y el encuentro, tan necesario, a través de estas herramientas tan importantes y de los consejos que vamos recibiendo a lo largo de nuestra vida y del aprendizaje que vamos adquiriendo.
Una mañana, en fin, de desconexión con la realidad de ahí fuera, que nos invade, que nos consume y que, en ocasiones, puede llegar a atormentarnos, para conectar con la verdadera realidad de nuestra vida: somos hijos de Dios, hermanos y necesitamos su presencia y compartirla para seguir viviendo en paz, sabiendo que solo pretende nuestro bienestar y nuestra felicidad, porque Él nos ama y solo mira por nosotros.
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