La Esperanza en la Era del Internet
Ritornello: “La tribulación produce la constancia, la constancia, la virtud probada; la virtud probada, la esperanza” (Rom 5,3-4)
En nuestra era, la tecnología ha cambiado la forma en que vivimos y percibimos el tiempo. La inmediatez del internet nos da respuestas rápidas, pero a menudo roba nuestra capacidad de esperar y de apreciar el proceso de crecimiento. Vivimos en un constante “aquí y ahora”, que ha sustituido la paciencia con la prisa, y la calma con el nerviosismo. Sin embargo, la esperanza cristiana es, ante todo, una escuela de paciencia.
Nos dice San Pablo: “La tribulación produce la constancia, la constancia, la virtud probada; la virtud probada, la esperanza” (Romanos 5,3-4).
Hoy, el mundo digital nos ofrece muchas conexiones, pero, paradójicamente, también promueve una gran soledad. La prisa ha suplantado el silencio, y la distracción constante da lugar a la insatisfacción y la cerrazón. *Spes non confundit* nos invita a ver cómo la paciencia cristiana es la “hija de la esperanza y al mismo tiempo la sostiene”.
En esta era donde la esperanza parece haberse convertido en una virtud rara, la fe nos llama a redescubrirla. La paciencia, en lugar de ser una carga, se convierte en el terreno donde el Espíritu Santo nutre nuestra vida interior y fortalece nuestro carácter.
En lugar de dejarnos llevar por la prisa y la inmediatez, hagamos del tiempo de espera una oportunidad para confiar en el amor de Dios. Como decía San Josemaría, “no es que el tiempo pase rápido o despacio; es que Dios me acompaña”. Repitamos en nuestro corazón: “La tribulación produce la constancia, la constancia, la virtud probada; la virtud probada, la esperanza”, y pidamos la gracia de ser testigos de una esperanza que no se deja vencer por la velocidad de la vida moderna, sino que encuentra en la paciencia la señal de nuestra confianza en Dios.
La Esperanza que Nos Une en el Concilio de Nicea
Ritornello: “Nada podrá separarnos del amor de Dios”(Rom 8,39)
El Concilio de Nicea marcó un hito en la historia de la Iglesia, una época en la que la unidad y la verdad eran amenazadas por las herejías y divisiones internas. En Nicea, la Iglesia definió el Credo que hoy proclamamos en cada Eucaristía, afirmando la divinidad de Cristo y su unidad con el Padre.
Fue una declaración de esperanza en que Dios, siendo fiel a sus promesas, guía y protege a su Iglesia. En medio de las tensiones y los peligros, la Iglesia encontró fuerza en las palabras de Pablo: “Nada podrá separarnos del amor de Dios” (Romanos 8,39).
Este amor divino que nada ni nadie puede quebrar es el fundamento de nuestra esperanza. En Nicea, los obispos proclamaron que Jesucristo es verdaderamente Dios, “de la misma naturaleza del Padre”, y reafirmaron que nuestra fe es firme en su amor salvador.
*Spes non confundit* nos recuerda que, al igual que entonces, estamos llamados a vivir una esperanza visible, ser testigos de una unidad que es reflejo del amor de Dios que nos reúne como Iglesia. Esta esperanza es como una ancla que da estabilidad a nuestras vidas, y una certeza de que nada en el mundo puede destruir la comunión de amor en la que Dios nos sostiene.
Al mirar el ejemplo de los primeros cristianos y de los Padres de Nicea, nos damos cuenta de que nuestra esperanza no es una simple emoción, sino una virtud fundamentada en Cristo. Es el Espíritu quien nos impulsa a ser constantes en la fe, a no perder la unidad, y a vivir nuestra fe con un sentido de misión. Reafirmemos nuestra confianza en Dios y repitamos como Pablo: “Nada podrá separarnos del amor de Dios”, para que, unidos en un mismo espíritu, vivamos nuestra esperanza como un testimonio de la fidelidad de Dios en nuestras vidas y en su Iglesia.
Conclusión
En cada época, la esperanza ha sido y sigue siendo una virtud que nos fortalece y nos guía.
Que cada una de estas frases de San Pablo se convierta en nuestro “ritornello” interior, repitiendo con él: “Porque en esperanza fuimos salvados”, “La tribulación produce la constancia… y la esperanza”, y “Nada podrá separarnos del amor de Dios”.
Que al hacer nuestras estas palabras, nuestra vida brille con la esperanza que no defrauda y que nos sostiene en el amor de Cristo.
Pidamos a María, Estrella de la Mañana, que nos ayude a vivir esta esperanza con alegría y perseverancia, para que nuestras vidas sean testimonio de la confianza en el Señor que nunca abandona a sus hijos.
Padre Juan Carlos Vásconez
Web: Hablar con Jesús
Ig: p.juancarlosv
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