Hay frases que escuchamos con frecuencia: “el mundo ya está lleno”, “no es responsable traer más hijos con la situación en la que estamos”, “los hijos son demasiado caros”. Son expresiones que parecen sensatas, incluso altruistas.
Desde mi punto de vista, esconden una realidad mucho más profunda. Vivimos en una cultura que le ha perdido el sentido a la vida.
Lo que la Iglesia entiende por “responsabilidad”
Escucho a jóvenes matrimonios que consideran que la verdadera responsabilidad es decidir no tener hijos. ¿Y si la paternidad responsable fuera justamente lo contrario? ¿Y si consistiera en mirar la vida como un don, en acogerla con prudencia, amor y compromiso?
En la Iglesia, la palabra paternidad responsable nunca ha significado evitar hijos ni mucho menos rechazar la vida. Al contrario, es una invitación hermosa a reconocer que los hijos no son un derecho ni una carga, sino un regalo inmenso de Dios.
Los hijos no pueden considerarse materialmente
Cada nueva vida transforma un hogar, ensancha el corazón y se convierte en parte esencial del proyecto de amor de los esposos. El problema surge cuando se mira la llegada de los hijos a través de los lentes del materialismo.
A menudo, escucho conversaciones que giran en torno a cuotas escolares, esfuerzo físico, nanas, vacaciones, ropa de marca o el último juguete, haciendo ver a los hijos como un gasto más que como un tesoro, como una carga más que como una bendición. En medio de este ruido, olvidamos lo más sencillo: que lo esencial para criar y educar a un hijo no es lo que se compra, sino lo que se entrega en amor y presencia.
¿Le preguntaron a Dios qué opina?
Lo hermoso de la enseñanza de la Iglesia es que no ignora las dificultades de la vida real. Nadie pretende que traer hijos al mundo sea una decisión ligera. La verdadera paternidad responsable nos invita a mirar con realismo, pero desde la fe. Se trata de discernir con prudencia, en diálogo con Dios, cuándo es el mejor momento para acoger la vida y los hijos que podemos recibir y educar adecuadamente.
Ser responsables como padres no significa negarse al don de la vida, sino abrir el corazón al plan de Dios, confiando en que Él acompaña cada paso. Es reconocer que en algunos momentos será necesario posponer un embarazo por razones graves de salud, económicas o sociales. Aun en esos casos, la actitud no es de rechazo, sino de apertura.
Responder a un llamado de Dios
Por eso la Iglesia propone los métodos naturales de planificación familiar, que permiten cuidar la salud de la mujer y discernir de manera ética y consciente los tiempos de fertilidad. Y pareciera ir en contra de todo, pues la visión del mundo es muy fuerte. Hoy en día las instituciones nos muestran una paternidad responsable basada en el bienestar físico y emocional del hijo, de decisiones informadas y de acceso a recursos reproductivos.
Aunque esto tiene algo de verdad, queda corto: falta la dimensión más profunda, la que añade la Iglesia. La paternidad responsable es una respuesta al plan de Dios, que los hijos son un don y no un producto y que cada decisión de los esposos debe nacer de la oración, de la conciencia bien formada y del amor generoso.
Consecuencias negativas de seguir la corriente del mundo
Esa visión del mundo moderno nos lleva a una realidad que muchos países viven: una crisis de natalidad sin precedentes, con más adultos mayores que niños y con serias consecuencias económicas y sociales.
Otras sociedades argumentan: “Hay demasiados niños abandonados”. Y es verdad, pero la respuesta no es dejar de tener hijos, sino ser familias más solidarias, más dispuestas a acoger y a educar, incluso abriendo el corazón a la adopción.
Que no cunda el pánico
Desde mi perspectiva pienso que de fondo es el miedo inculcado: miedo a no poder dar suficiente, miedo a equivocarse, miedo a que el hijo limite la vida profesional o económica. El amor no elimina las dificultades, sino que les da sentido.
El verdadero desafío no es evitar tener hijos, sino atreverse a amar en grande y con generosidad. Cuando los matrimonios deciden no tener hijos por miedo o por comodidad, lo que se debilita no es solo su proyecto personal, sino también la sociedad.
Entonces lo que necesitamos son matrimonios comprometidos, padres más conscientes y familias más abiertas al don de la vida.
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Y cierro esta reflexión, haciendo un llamado a que la paternidad responsable no puede confundirse con renunciar a ser padres, al contrario, significa reconocer la grandeza de esa vocación y vivirla con amor concreto. Pregúntense: ¿Qué mundo quiero dejar a mis hijos? ¿Qué valores quiero transmitir? ¿Cómo puedo educarlos para que sean hombres y mujeres que transformen la sociedad?
Anne Ramírez para Ama Fuerte
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