1️⃣ Tenemos una fiesta religiosa (Navidad, Corpus, un santo, lo que sea…)
2️⃣ La fiesta se vuelve tan importante que todo el pueblo -cristiano- lo celebra y obtiene la aprobación de la gente en general.
3️⃣ Los gobiernos y otras instituciones civiles se unen a la celebración.
4️⃣ La parte lúdica se va haciendo cada vez más importante.
5️⃣ Las instituciones van ignorando progresivamente la dimensión cristiana de la fiesta en la programación, la estética, las actividades…
6️⃣ La Iglesia se cruza de brazos por debilidad, torpeza o superficialidad en el análisis.
7️⃣ Aquella fiesta se convierte -a menudo inconscientemente- en la excusa para una celebración carente de significado y manipulable a favor de los intereses de unos y de otros.
EL RESULTADO es la pérdida de los valores que daban sentido a la fiesta y enriquecía la sociedad y la vanalización de lo sagrado en pro de un bienestar superficial y efímero.
¿PERO SE PUEDE HACER ALGO? SÍ.
1️⃣ Separar cada vez más la celebración cristiana con sus tiempos, su estética, su significado, etc de la «fiesta» yuxtapuesta a ella.
2️⃣ Fortalecer el contenido y el significado de nuestras fiestas adecuando su celebración a los ritmos, sensibilidades y posibilidades actuales.
3️⃣ Exigir respeto a las autoridades e instituciones civiles de la fiesta tal como la Iglesia la celebra.
4️⃣ Buscar cauces de colaboración para que se pueda ir recuperando el significado a nivel social sin perder la dimensión religiosa.
EL RESULTADO Una Iglesia que, como sal y levadura, transforma la sociedad dando sabor, purificando y dando profundidad a las personas, relaciones e instituciones que la componen.
Javier Sánchez-Cervera
X: @Javierscervera
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