La sociedad actual vive una etapa de búsqueda, confusión y transformación. Puede alejarse de Dios, pero también tiene la oportunidad de encontrarse con Él y madurar en la fe, la verdad y el amor. Puede ser una etapa de inestabilidad emocional, dudas y riesgos, pero incluso eso es parte del proceso de madurar y encontrar sentido a la vida.
Hay crisis de valores tradicionales, familiares y del entorno social; incertidumbre sobre el futuro; aumento de problemas como ansiedad, depresión, estrés por exigencias sociales o académicas; crisis de identidad y nuevas formas de vida; poder de las redes sociales y la opinión pública sobre lo que
está bien o mal; rebeldía frente a la autoridad…
Pero no se trata de condenar a la sociedad como inmadura, sino de acompañarla con misericordia, anunciar la verdad con caridad y ser testigos de esperanza.
La adolescencia tiene muchas cualidades positivas que la hacen una etapa rica en posibilidades y crecimiento. Una etapa de aprendizaje acelerado y de búsqueda de sentido. Hay deseo de experimentar y soñar con cambiar el mundo impulsando causas sociales, muchas veces. Hay sensibilidad por la justicia y verdad. Es el momento de aprender a tomar decisiones responsables y elegir caminos; de construir amistades y valorar el afecto auténtico. Es un momento de enorme potencial, un momento clave para descubrir quién se es y quién se quiere ser.
Puede considerarse un período de esperanza. La esperanza de crecer, madurar y aprender al hacernos preguntas importantes y buscar la verdad. La esperanza de dar un sentido a la vida y soñar a lo grande, porque seguro que nos quedaremos cortos. La esperanza de poder luchar por causas
nobles como la justicia, sostenibilidad, derechos humanos…
Una sociedad adolescente no ha llegado a su madurez, pero eso no significa que esté perdida. Al contrario, está en el umbral de poder transformarse en algo mejor. La clave está en canalizar su energía, creatividad y sensibilidad hacia fines constructivos y de servicio.
Una sociedad que busca autenticidad y verdad necesita descubrir que la santidad es una forma de vivir con intensidad en medio del mundo.
Necesitamos cristianos valientes, que vivan su fe con coherencia y alegría. Personas que no se dejen arrastrar por el ruido del mundo, sino que sean luz en medio del caos, semilla de esperanza.
Sí, nuestra sociedad es adolescente, pero no estamos solos y tenemos que dejarnos transformar, para poder transformar esta sociedad desde el amor.
Marienma Posadas Ciriza
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