Últimamente y no sé porqué, se habla mucho de valores y poco de virtudes. La virtud es un hábito bueno costoso; Jesús Urteaga en el libro «El valor divino de lo humano» resaltaba que el cristiano se edifica sobre una base sólida de virtudes humanas: lealtad, sinceridad, reciedumbre, constancia, magnanimidad, puntualidad, paciencia, ideales grandes, estudio y trabajo serio.
Cómo vas a ir contracorriente en un mundo muy cómodo, si no eres capaz de aguantar una ducha fría? Cómo ser fiel si no eres leal a la palabra dada? «Oras, te mortificas, trabajas en mil cosas de apostolado, pero si eres estudiante y no estudias seriamente, no sirves si no cambias». Es un punto de Camino, no literal, que me enseñaron de joven.
Cristiano no es quien acumula prácticas de piedad que no se corresponden con una vida atractiva llena de virtudes humanas. Eso sería como adornarse con joyas en paños menores. Jesús fue perfecto hombre y perfecto Dios, ejemplo de humanidad y divinidad. Por eso es urgente formar en virtudes humanas que, claro, exigen esfuerzo.
Daniel Tirapu
Publicado en Religión Confidencial
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