El templo de Villaseco reunió el 31 de agosto a fieles de las comunidades parroquiales del Arciprestazgo de Vitigudino-Ledesma-Robliza en una eucaristía presidida por el obispo, que quiso hacer visible la cercanía de toda la diócesis a las comunidades golpeadas por el incendio
SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN
La ermita de Nuestra Señora de los Reyes, en Villaseco de los Reyes, se quedó pequeña el pasado domingo, 31 de agosto, para acoger a los numerosos fieles de las comarcas de Vitigudino y Ledesma que acudieron a la eucaristía que presidió el obispo de Salamanca, Mons. José Luis Retana. Una celebración convocada para orar por las comunidades que han sufrido las devastadoras consecuencias del incendio que arrasó más de 11.000 hectáreas en la zona, y que se vivió como un gesto de fraternidad cristiana y esperanza.
El paisaje desde el Campo de Ledesma hasta Villaseco de los Reyes mostraba en muchos tramos una estampa desoladora: encinas, pinares, zonas de cultivo y monte bajo calcinados, árboles y piedras ennegrecidos, y el olor a quemado todavía presente en el aire.
En medio de ese escenario la ermita se alzaba intacta, como un signo de esperanza. El fuego la había rodeado por completo, pero “milagrosamente no llegó a alcanzarlo”, como apuntaba Isabel, vecina de Villaseco, que se mostraba emocionada al recordar los momentos de angustia vividos días atrás y agradecida por los gestos de solidaridad que brotaron entonces para ayudarles.
Allí, bajo la mirada de la Virgen de los Reyes, tan venerada en esta comarca, los fieles se reunieron para poner en manos de Dios su dolor y pedir fortaleza en el camino de la reconstrucción. Como recordaba el salmo proclamado en la liturgia, «Tu bondad, oh Dios, preparó una casa para los pobres». Ese día la ermita se convirtió en la casa donde todos encontraron cobijo, donde la Madre acogió con ternura a los afligidos, a los que han perdido sus bienes, a los que tuvieron que abandonar sus hogares en medio de la incertidumbre y a los que han visto arrasados sus ganados y cultivos.
La diócesis, junto a quienes sufren
Antes de comenzar la misa, el párroco de Villaseco de los Reyes, Miguel Martín Yuste, agradeció la presencia del obispo y de fieles de numerosas comunidades que se habían unido en este día para compartir el dolor de sus hermanos y animarles con su oración y compañía: “Lo importante es que, en estos momentos difíciles, seamos capaces de encontrarnos y celebrar la fe, que es la que nos da fuerza y nos ayuda a seguir caminando”, afirmó.
En su saludo, el obispo reiteró el agradecimiento y destacó la importancia de encontrarse: “Ya he estado con algunas familias y he podido comprobar la bondad que supone el sentirse unidos. Este gesto sencillo quiere expresar que la diócesis está junto a las personas que sufren, y lo hacemos celebrando la eucaristía como una gran comunidad, con nuestros sacerdotes y con la Virgen, nuestra Madre”.
En su homilía, Mons. José Luis Retana insistió en la misión de la Iglesia en momentos de dificultad: “Nos hemos reunido para orar por quienes habéis sufrido pérdidas irreparables“, y señaló que “como Iglesia no podemos permanecer indiferentes ante el dolor; nuestra misión es acompañar, alentar y anunciar que en Cristo se encuentra el consuelo y la paz que necesitamos“.
El obispo reconoció la tristeza reflejada en muchos rostros, pero también los brotes de esperanza nacidos de la solidaridad: “Habéis fortalecido las manos débiles, habéis alentado a los inquietos, habéis puesto gestos de alegría en medio del sufrimiento. Son como pequeños brotes en medio del desierto”. Y agradeció la entrega generosa de voluntarios, vecinos y profesionales: “La auténtica solidaridad es la de aquellos que ponen a los que sufren en el centro y se olvidan de sí mismos y de sus intereses”, remarcó. Una solidaridad que acompañó a las comunidades durante estos días difíciles, y que añadió, “hoy queremos también deciros que, además de nuestra cercanía, no dudéis de que Cristo está junto a vosotros“.
“Dios nos ha abandonado”
Al finalizar la celebración, D. José Luis dirigió su mirada a la Virgen María y recordó que, igual que estuvo al pie de la cruz junto a su Hijo, “también comparte ahora el vuestro”. Resaltó que la fe de María “fue más fuerte que su dolor” y animó a los presentes a tener “la certeza de que Dios no ha dejado de amaros y no os ha abandonado”. Al terminar, toda la asamblea entonó un canto a la Virgen volviendo sus ojos a ella en busca de su consuelo y protección.
A la salida, los vecinos compartieron un sencillo dulce, un sencillo gesto de fraternidad que favoreció el encuentro, donde conversaron, compartieron lo vivido y animaron unos a otros. Fue también la ocasión para que el obispo, que ya antes de empezar la misa se había mostrado cercano y atento, escuchara a muchos de los presentes y les transmitiera personalmente su mensaje de apoyo y solidaridad.
La eucaristía fue concelebrada por varios presbíteros, entre ellos el carmelita descalzo P. Ramón Martín, adscrito a la parroquia de Villaseco, y el sacerdote operario diocesano Eduardo, que colabora en la pastoral en varias comunidades también afectadas por el incendio; y animada por el coro parroquial de Monleras y el de Villaseco.
Entre los asistentes se encontraban la delegada episcopal para una Iglesia Samaritana y de la Caridad, Mercedes Bayo ss.cc.; la directora y el secretario general de Cáritas diocesana, Carmen Calzada y José María Rodríguez; la nueva delegada de Pastoral Social y del Trabajo, Elena Guzmán, y el vicario general de la diócesis, Tomás Durán. Con su presencia quisieron mostrar la cercanía y el apoyo de toda la Iglesia diocesana a las comunidades afectadas.
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