CATÓLICOS EN SALAMANCA – La ternura del pastor de nunca deja de llamar

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Mercedes Marcos comparte su comentario al evangelio de este IV Domingo de Pascua, Domingo del Buen Pastor, en el que invita a reconocer la voz de Jesús, que nos llama con amor, nos conoce y nunca deja de buscarnos, y anima a seguirlo con confianza y dejarnos guiar por Él

 

El texto del Evangelio de S. Juan de este domingo apenas ocupa tres líneas:

Dijo Jesús: «Mis ovejas escuchan mi voz, Yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre»” (Jn 10, 27-30).

Pocas palabras que nos invitan a una doble gran tarea: escuchar y dejarnos llevar, dejarnos amar.

Me parece que este pasaje muestra la ternura de Jesús, nuestro Buen Pastor, que nos conduce e invita a escuchar su voz.

Para poder escucharle, el Señor previamente nos ha llamado; de hecho, nos está llamando de continuo, y antes de ello nos ha amado. Él nos ama y nos conoce; por eso nos llama por nuestro nombre, a cada uno según nuestro momento y nuestra necesidad, y nos llama una y otra vez, con insistencia.

¿Pero qué hago yo cuando me llama? ¿Qué hacemos? Con frecuencia me hago la desentendida y quiero seguir mis propias ideas, deslumbradas casi siempre por verdes y aparentes pastos que en cuanto los pruebo, me desencantan… Sí, oigo, oímos su llamada, ¡pero hay tantos ruidos y tanto escaparate a nuestro alrededor… tanta comodidad y pereza en mi pequeño barro…!

Afortunadamente, el Señor sigue y sigue insistiendo pacientemente. Y cuando escuchamos su voz amorosa y empezamos a seguirle, primero nos asombra descubrir que nos conoce, que se pone a nuestro lado y que no le importa caminar a nuestro ritmo renqueante. Después solemos incluso exclamar con incredulidad “¡No puede ser cierto que todo un Dios se abaje de esta manera!”.

Y si finalmente conseguimos permanecer junto a Él, si como nos anima el Eclesiástico “Hijo, si decides seguir el camino de Dios, prepárate para la prueba, endereza tu corazón, mantente firme en el infortunio, pégate a Dios y no te alejes” (Eclo 2, 1-3), si continuamos su seguimiento, nos daremos cuenta de nuestra gran fortuna.

Amar a Dios no nos resulta fácil, ya que supone anteponerle, ponernos detrás como ovejas, dejarnos conducir por el Pastor a los pastos que Él ofrece y no caer en la seducción de los pastos aparentes. A menudo no nos dejamos amar por Él, ya que, como aquel mal ladrón crucificado junto a su Cruz, le exigimos soluciones a nuestra manera en nuestras cortas miras y esta exigencia nos impide ver su entrega de puro amor por nosotros.

La Palabra de hoy nos asegura: “Nadie las arrebatará de mi mano”. ¡Qué buena noticia! El Señor no sólo me llama para seguirle, sino que me cuida, nos protege, asegurándonos que cuando estamos con Él, nadie podrá apartarnos ni arrebatarnos.

Y, por si era poco, con promesa de Vida eterna. Y, además, ¡ahora le sabemos Resucitado!

¡Buen domingo!

 

Mercedes Marcos. Talleres de Oración y Vida

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