El sacerdote Mariano Montero, en su comentario al Evangelio de este domingo, solemnidad de Pentecostés, pide al Señor un nueva venida del Espíritu Santo para renovar la paz, la unidad y la misión, en sintonía con el papa León XIV. Ante el horror de Gaza, denuncia la injusticia y llama a responder con fe activa, compromiso y oración
En este momento del mundo y de la historia, necesitamos un nuevo Pentecostés (Hch 2,1-11). Que el Espíritu Santo venga como fuego que ahuyenta los miedos y nos convoca a la unidad en la diversidad. Que siga viniendo como paloma que anuncia que la paz de Jesús supera a la que da el mundo. Que sople fuerte como el viento, para abrir las puertas de la Iglesia y lanzarla a la misión. Que sea fuente de luz y vida para todos los pueblos.
Conecta todo esto con el inicio del pontificado del nuevo papa León XIV, que en estas pocas semanas ha acentuado tres palabras: Paz, Unidad, Misión. Si esto es un anuncio programático de su ministerio -o sea, si pretende impulsar a la Iglesia y al mundo en esa dirección-, hay que decir que suena muy bien, pero también que hoy parece una pretensión imposible.
Gaza es el gran ejemplo. Las evidencias están a la vista: El acto terrorista del 7 de octubre de 2023, en el que Hamás asesinó a 1.300 civiles israelíes y secuestró a 250 -lo cual fue condenado por todo el mundo-, dio paso a una respuesta desproporcionada del gobierno israelí por la que han muerto más de 54.000 civiles gazatíes a fecha de hoy, un tercio de ellos niños… Ha bombardeado y destruido un número escandaloso de casas, escuelas, hospitales e incluso campos de refugiados… Desde el principio ha mantenido un asedio que ha limitado la entrada a Gaza de electricidad, gas, combustibles y medicamentos… En los últimos tres meses ha cerrado el paso a cientos de camiones con alimentos de la ONU y finalmente ha anunciado que dejará entrar lo mínimo para no ser criticado… El resultado es que se normalizan la ley del más fuerte, el desprecio del derecho humanitario internacional y el uso del hambre como arma de guerra, a la vista de todo el planeta. El papa León lo denunció claramente, en su primera Audiencia general: “que se permita la entrada de ayuda humanitaria digna y se ponga fin a las hostilidades, cuyo precio desgarrador lo pagan los niños, ancianos y enfermos”.
Ante esta injusticia y pecado, que ya dura 600 días, lo que sentimos muchos es impotencia y desolación. Las grandes potencias mundiales -con Estados Unidos a la cabeza- se han mostrado incapaces o no interesadas en detener tantas muertes evitables. La opinión pública se enzarza en discusiones sobre si es o no un genocidio. El gobierno israelí acusa de antisemitismo a quien critique lo que está haciendo. No pocos le compran su justificación del derecho a la defensa y de que lo demás es hacer el juego a Hamás. Y mientras tanto, se siguen sucediendo las matanzas diarias de civiles y las muertes de niños por inanición… ¿Cómo salir de este atolladero, donde las palabras “Paz, Unidad, Misión” se desdibujan y parecen un sueño imposible?
Como María y los apóstoles en Pentecostés, invoquemos con renovada convicción al Espíritu Santo. Con su luz, reflexionemos la realidad y avivemos el deseo de una solución posible. Como a Felipe, el Señor nos dice: “Ve hacia el sur, por el camino que baja a Gaza” (Hch 8,26). Vayamos allá junto con el papa León, apoyando con nuestra oración su misión e iniciativas. Hagamos nuestra su apuesta por una Doctrina Social de la Iglesia actual y activa. En nuestro día a día, usemos palabras desarmadas y desarmantes, haciéndonos actores de paz y unidad. Sumémonos a la declaración de Justicia y Paz sobre el infierno de Gaza, recién publicada por la Conferencia Episcopal Española. Y, sobre todo, insistamos en nuestra invocación: ¡Ven, Espíritu Santo, y renueva la faz de la Tierra!
Mariano Montero, sacerdote Adsis, párroco de Santa Marta de Tormes
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