CATÓLICOS EN VALENCIA – Los cristianos de Siria: entre la resiliencia y la incertidumbre

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Andrés Valencia Pérez, director del Observatorio de las Religiones Yves Congar (Facultad de Teología)

Cuando elevamos nuestra plegaria a Dios por la paz, es inevitable que nuestra mirada no se vuelve hacia el Medio Oriente, sin olvidarnos de Ucrania. Hoy pensamos, sobre todo, en nuestros hermanos sirios: «Que la justicia llegue a sus vidas y se extienda al mundo entero», reza el salmo 71. Es inevitable la pregunta: ¿Y ahora qué pasará con los cristianos y las minorías en Siria? ¿qué más tienen que sufrir los sirios para reestablecer el bien común y la convivencia pacífica?

Ahora la incertidumbre es absoluta, especialmente para las minorías. Frente a más del 90% de musulmanes en la población siria, se encuentran un 10% de cristianos (maronitas, melquitas, grecortodoxos, grecocatólicos, armeniogregorianos, armenios católicos, sirortodoxos o jacobitas, sirocatólicos, nestorianos, caldeos católicos, y evangelistas o protestantes). Y es que, aunque los insurgentes han asegurado fehacientemente que no habrá persecución en su contra, se desconoce la hoja de ruta que dará inicio a una nueva etapa y se supone de prosperidad y justicia. 

En medio de todo ello, ponemos esperanza para que esto se cumpla y al mismo tiempo incertidumbre porque durante todo este tiempo y más aún, desde los trece años de guerra civil, los creyentes cristianos han sufrido atrocidades por parte de grupos fundamentalistas. Aunque debemos corregir que muchas veces se ha puesto a todos estos grupos rebeldes bajo el mismo denominador, como contrarios al cristianismo y al resto de minorías, pero no es así. Hay muchos líderes de este movimiento que han acabado con el régimen a los que mueve una cuestión meramente política o patriótica y no religiosa. 

Caído el régimen en Siria de Bashar al-Assad, huido a Moscú, después de 53 años de la dinastía Al-Assad, el poder está en manos de Abu Mohamed al Yolani, nacido en Arabia Saudí en 1982 y actual líder de la coalición islamista Hayat Tharir al-Sham (HTS), que tras la toma Alepo el 30 de noviembre, se hizo con Damasco el 8 de diciembre. Este joven líder que rompió con Al Qaeda y está apoyado por Turquía, ha acabado con el régimen de Al-Assad.

El pueblo sirio ha sufrido la dictadura del régimen y hoy celebra su caída. Sin embargo, el Gobierno, y esto hay que decirlo también, protegió a las minorías, y a la cristiana en particular, que ya estaba muy castigada: como bien sabemos y experimentamos, muchos han huido a Europa en busca de sobrevivencia y hoy están dispuestos volver a la reconstrucción de su país. 

En tiempos de desesperanza el pueblo de Dios camina con la fe puesta en el amor a su creador y sostiene con convicción la esperanza y, nosotros como Iglesia estamos llamados a cumplir la misión de Dios a que todos los hombres se salven y tengan vida, por tanto, debemos ser signo de esperanza y contribuir en todos los espacios en que estamos a la paz, la dignidad y el respeto por el otro, también con sus creencias y, sea una realidad entre los sirios y toda la región: “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón. (Gaudium et spes 1). 

Así lo señalaba el obispo Hanna Jallouf, vicario apostólico latino de Alepo que reunió en el obispado a otros obispos y representantes de otras comunidades, transmitiéndoles que él conoce bien a los líderes y está convencido de que ni vienen contra los cristianos ni contra las minorías y que tampoco van a imponer la ley islámica, la sharía. Así y todo, debemos mantener una actitud de Adviento ante lo que vendrá a nuestros hermanos sirios y a todos quienes han tenido que huir a causa de la guerra, que, a pesar de su resiliencia e incertidumbre, mantienen su fe y esperanza. 

Porque la esperanza, antes de ser una virtud religiosa que confía profundamente en Dios y lo espera todo de Él, es una realidad humana, una dimensión antropológica fundamental, uno de los modos de ser más radicales y permanentes, pues en todo ser humano hay una espera de seguir viviendo y un deseo de vivir mejor. Siempre estamos abiertos al porvenir, siempre esperamos algo. Y en todo lo que esperamos buscamos la felicidad. Sobre esta dimensión humana se asienta la esperanza teologal, pues el cristiano confía en que un día se cumplirán las promesas de Dios que superan todo deseo. 

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